Que variante extraña esa que propones,
Llena de deseo y emociones,
Complementan otras cosas las manos,
Que se guían sinuosas por el templo.
Y que frágil es el alma que ama,
Y cuanto terror aumenta el miedo,
Y que sensible son las palabras al oído,
Y que serafín tu constantes palabras.
No hay necesidad de rimas,
Es el desorden que ocasiona tu presencia,
La inmensa claridad del universo,
Los pequeños someros gestos de tu cuerpo.
Y tan efímero el tiempo de la simpatía,
Que sosiega hasta el más vasto malestar,
Tranquilizando nervios tontos, sosos.
No existe nada más y todo está hecho ya.
Uno mano, dos manos, cuatro manos,
Lazos, un voraz aliento que consume,
Unas lágrimas que derrotan al más fuerte,
Y una sensibilidad que no se compara con nada conocido.
Y que bueno es que no les importe,
Y que realidad tan absurda el rededor,
Y que voluntad tan necia para oponérsele.
Unos cuantos pasos ciegos,
Un seguridad casi inquebrantable,
Mientras segundos entran en juego,
Mientras que otros son despedidos sin miedos.
Porque el mundo ya no es de éstos,
Sino de aquellos quienes aman,
Quienes quieren, quienes necesitan,
¿Acaso eres todo o sólo un proceso?
No temo porque mi corazón se destroce,
No temo porque siento que es real,
No vale nada más si a mi lado no estás,
No llores de tristeza, llora de felicidad.
Déjame entrar, cobijarte las venas,
Mutarme en sol para calentar tus fríos,
Llevarte conmigo a la eternidad,
Cuidar de tus achaques futuros, dedicarte paz.
El discurso más sencillo en palabras de quien quiere,
Las palabras más duras para saber cuando muere,
Si he de olvidar todo, lo haré,
Si he de dejar todo, lo haré.
Cuando llegue el momento igual sonreiré,
Mirando hacia atrás y con temblor en mis pies,
Pensando en lo que fue, lo que será y no fue,
Y muchos de mis actos justificaré.
Sencillamente soy un amante de lo trágico,
Un dulce con algo agrio,
Un espejo de reflexiones cortas,
Un tonto, loco, enamorado.